P. Hernán Alessandri

Las personas que compartieron de cerca con el Padre Hernán no vacilan en calificarlo como un hombre de una genialidad indiscutible y de una agudeza reflexiva extraordinaria. Pero más allá de lo intelectual, ámbito en el que sin duda fue sobresaliente, su mayor genialidad fue su capacidad «fuera de lo común» para ser y convertirse en un niño ante Dios y frente a sus semejantes. Ese fue su sello. Una sencillez y cercanía que impactaba por ser tan humana y divina a la vez. Su corazón, estrechamente unido al de la Santísima Virgen, hacía sentir a los que compartían con él que se encontraban ante la presencia de un hombre de Dios. Es por eso que, ya desde el momento de su muerte el año 2007, quedó rondando la sensación de que en su vida habíamos sido testigos de un cristiano ejemplar.

Así, después de varios años en que el tiempo permitió ir madurando su figura, en marzo del año 2023 se llevó a cabo la ceremonia inaugural del proceso diocesano de beatificación del Padre Hernán Alessandri M. Este significativo evento fue oficialmente iniciado por el Cardenal Don Celestino Aós, dando paso formal a una causa que ya se venía gestando desde el 2014 con la realización de algunos pasos fundamentales: el nombramiento del postulador, la obtención del “nihil obstat” de la Santa Sede y de la Conferencia Episcopal chilena, y la meticulosa recopilación de todos los escritos del siervo de Dios.

El Padre Hernán tenía el don de expresar con sencillez y claridad grandes verdades teológicas. Su papel fue notable como colaborador permanente en importantes eventos de la Iglesia, en encuentros de obispos, proporcionando asesoramiento teológico, y como un asesor valioso de la Iglesia chilena en tiempos difíciles. Fue un escritor prolífico, y sus cientos de artículos se centraban especialmente en la pastoral familiar. Continuó impartiendo conferencias y escribiendo hasta que su salud se lo permitió.

En su identidad espiritual, el Padre Hernán era hijo de una Iglesia que había sido profundamente marcada por dos grandes personalidades que para él convergían en su labor evangelizadora: el P. José Kentenich, a quien conoció en Chile en los años 50, y el Papa Juan Pablo II, a quien también tuvo la oportunidad de conocer personalmente y a quien consideraba como un gran regalo de Dios para la Iglesia de este tiempo. Ambas personalidades tenían un profundo carisma mariano. De ellos, admiraba especialmente la firmeza y claridad para plantear desafíos con valentía y audacia.

Con el paso del tiempo, su paternidad sacerdotal fue creciendo. Dejó huellas profundas con su trabajo pastoral en la zona oeste de Santiago, especialmente en barrios modestos y necesitados. Fue el principal impulsor del Santuario de Schoenstatt en Quinta Normal, cuyo nombré llevó indudablemente su impronta: «Nuevo Belén para la Iglesia».

Un poco más adelante, desde el Santuario de Bellavista, y entre las múltiples tareas pastorales que realizaba, surgió la obra social «María Ayuda», que hoy se ha extendido a lo largo de Chile y más allá de sus fronteras.

A pesar de sus numerosas dotes, inteligencia y creatividad, era una persona de profunda humildad. Nunca hizo alarde de sus habilidades, ni mostró ninguna ostentación de superioridad. Su trato con los demás siempre era sencillo, cercano y acogedor, ganándose fácilmente el cariño y la confianza de las personas. Su humildad se basaba en su fuerte conciencia de su fragilidad, contingencia y limitaciones, lo cual incluso le llevó a dudar de su vocación al sacerdocio en algunas etapas de su formación.

Después de luchar con una larga enfermedad, el Padre Hernán falleció el 18 de diciembre de 2007 en Santiago, a la sombra del Santuario de Bellavista. A pesar de su partida, su legado perdura en las muchas vidas que tocó y las numerosas contribuciones que hizo a la Iglesia.

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